24 May
24May

Por: Sebastián Erdmenger

Estudio Relaciones Internacionales en la Universidad Iberoamericana, fundador y director de DesarrollARTE. Creo que nadie puede permanecer indiferente a lo que pasa en nuestra sociedad, la proactividad es una actitud obligada hoy en día

@erdmengerMX

El arte no es más que la fotografía del tiempo y espacio que vivió el artista. Con una canción, un óleo, un poema, una composición teatral; podemos sumergirnos en el contexto que vivía su autor. Silvio nos ha enseñado una Cuba viva, alegre y profunda;  Vargas-Llosa nos ha paseado por el Perú, por sus calles, su gente y sus problemas. Y por Madrid, Paris, Londres; nos contagia el wanderlust y nos presenta a niñas malas.  Rivera y Siqueiros nos permiten conocer el México postrevolucionario; mestizo, rico y cambiante.

Este texto pretende ser una fotografía del momento que vive su autor. Este texto no es arte, ni yo un artista; sólo es la evidencia perenne del capítulo que vivo.  En pocos meses he entrado a un mundo un tanto borroso, confuso, sombrío; pero a la vez vivo, apasionante y gratificante. Recibir la invitación a formar parte del partido político más importante de México es una satisfacción y un reto para cualquier estudiante de Relaciones Internacionales.

Si bien, mi vida en el Partido Revolucionario Institucional empezó hace unos meses (Enero 2017); mi inmersión en la política empieza varios años atrás. Es a partir de esta idea donde situó el génesis de este texto. 

Por una cuestión de nepotismo, una cita mía aparece junto a grandes personajes como Gustavo Esteva, Julio Cortázar y Sir Winston Churchill, en el  repertorio de frases célebres que tiene mi mejor amigo. El enunciado versa (y me doy el lujo de citarme): “La política es la capacidad del ser humano de organizarse para mejorar su sociedad”. En este sentido, mi vida política lleva ya varios años, desde distintas trincheras como Fundación Gente Nueva y DesarrollARTE. Menciono esto con el único sentido de señalar que la vida política no necesariamente tiene que estar ligada a un partido político; no lo hago con el afán soberbio de escribir una autobiografía. 

Sin embargo, es una realidad que para cualquier persona con vocación de servicio y pasión por la política, un partido es el lugar idóneo para explotar su capacidad. Es desde esa trinchera donde se han construido los grandes cimientos que hoy rigen a nuestro país. Desde la institucionalización, generada a través del PRI, México se ha logrado posicionar como un actor de peso en el panorama internacional y le ha permitido a los mexicanos encontrar una oportunidad de desarrollo. 

Es esa la razón por la cual acepte entrar al juego partidista, porque desde ahí se pueden ejecutar las grandes transformaciones que este país necesita. La cuesta es empinada, pero la satisfacción de saber que cada día vivimos en un mejor país es el acicate perfecto para subirla. 

Escribo este texto, que puede ser en sí una crítica a los partidos, para replantearnos cuál es el verdadero objetivo del servidor público. Lo escribo para mis compañeros de partido, para mis amigos políticos, para cualquiera que le interese entrar a la política de partidos. Lo escribo para mí. 

La escalera para ascender al éxito profesional es un sendero lleno de satisfacciones y alegrías; pero la ambición por nuestra realización personal puede dejar ciertos “daños colaterales” en la figura de personas que fueron importantes en algún momento de nuestras vidas. El rabino Yehuda Brandwein, en Educación de un cabalista menciona que: “cuando un hombre sin enemigos parte de este mundo hacia el siguiente, el Creador sabe inmediatamente que esa persona ha desperdiciado su vida.” 

Yo complementaria tan atinada frase: “Cuando un hombre sin amigos parte de este mundo hacia el siguiente, el Creador sabe inmediatamente que esa persona ha desperdiciado su vida”. La política, la que se hace tras bambalinas, la de los acuerdos, las estrategias. La que no necesariamente tiene en mente a la gente, nos orilla en muchos de los casos a encontrar enemigos políticos. En búsqueda del desarrollo político personal creamos enemigos con tal de ser leales a alguien.  La realidad es que el enemigo de un político tiene que ser la corrupción, la desigualdad, la pobreza, el narcotráfico y la impunidad. El enemigo de un político, de un servidor público, tiene que ser el enemigo de los mexicanos. Los demás no tendrían que ser enemigos; probablemente serán adversarios, habrá diferencias, se contrastaran ideas; pero el creer o crear enemigos en aquellos que no son de “nuestro grupo” es solo una manera de controlar el poder para alimentar nuestro ego.

Desde que entré al mundo de los partidos políticos he escuchado infinidad de veces las palabras grillar, líder, tertulia, cuadro, diputado, foto. Esta terminología, que parece ya propia de los partidos políticos, se da desde el “líder juvenil” hasta el “dirigente nacional”. Cómo me gustaría escuchar más las palabras México, desarrollo, mexicanos, progreso, calidad de vida y oportunidades. A veces sentimos que la vida se nos pasa muy rápido, y que el éxito tiene que ser inmediato. Lo cierto es que la velocidad no importa, si sabemos que en la meta siempre van a estar nuestros ideales. No por esto digo que no hay que buscar un éxito personal, al contrario. Pero creo (talvez en mi visión utópica como joven) que el éxito personal de un político no puede estar alejado del éxito colectivo de los mexicanos. 

Pareciera que aquel que incursiona en la vida política del país desde un partido está destinado a realizar la política de foto. Yo me pregunto cómo un joven se hacía de una imagen política e iba construyendo su carrera en la época previa a las cámaras digitales y las redes sociales. Hoy, a mi parecer, vivimos no en una meritocracia,  sino en una fotocracia. Pareciera que la más grande carta de presentación que un dirigente juvenil puede tener es su álbum de fotos con figuras consolidadas de la escena política nacional. El tener tu Facebook y Twitter repleto de fotos abrazado a mil y un políticos es una constante en la que todos caemos. Por eso digo que este texto es también para mí, yo también he sido parte de esa fotocracia.  ¿Es esa la verdadera política? ¿El conseguir esa foto nos acerca más a la razón por la que entramos al sector público? La verdadera carta de presentación de un joven político debe de ser sus acciones, ideales, proyectos, desvelos, la empatía con la gente, su actitud proactiva. 

Sé que este texto puede no ser del agrado de muchos de mis compañeros de partido, y puede generarme algunos problemas, pero estoy seguro que si no me asumo como un “cuadro” más;  sino como un ciudadano, político, partidista, crítico y propositivo, tengo la obligación de decirlo.

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