20 Jun
20Jun

Por: Miguel Ángel López Zamudio

Estudiante de Relaciones Internacionales. Interesado en los derechos humanos y curioso cinéfilo. Participo para que en México no existan muros para personas desplazadas. No es una cuestión de solidaridad, sino de justicia.



Seguramente muchas y muchos de ustedes se preguntan si los días internacionales sirven para algo. ¿Es algo que se festeja? ¿Qué hay que decir en una efeméride como ésta? ¿Por qué no hablamos de la eliminación de las armas nucleares fuera del 21 de Septiembre? La verdad es que la comunidad internacional usa la herramienta de crear días internacionales para tener un pretexto y hacer campañas de sensibilización y aprovechar para recaudar fondos para diferentes causas. Más allá de esto, creo que es importante seguirle la pista a los días internacionales porque nos recuerdan que hay problemas que todavía están sin resolver y nos dan un pretexto para evaluar las acciones que hemos realizado para intentar solucionarlos. Hoy quisiera explicar las razones por las cuales creo que luchar por los derechos de las personas refugiadas es una responsabilidad que hay que asumir como sociedades.

Empecemos con lo primero. Cuando hablamos de personas refugiadas, nos referimos a las personas que han sido obligadas a salir de su país porque su gobierno no puede o no quiere proteger su vida. Son personas que han sido víctimas de persecución y no pueden regresar a su país, por lo que necesitan protección internacional, la cual se obtiene mediante un proceso de solicitud de condición de refugiado al país de destino. Es decir, las personas refugiadas tienen que ser reconocidas como tales por los Estados. La diferencia sustancial con las personas migrantes, es que a estas últimas el gobierno de su país les protege sus derechos y sus intereses en el nuevo Estado de residencia que hayan elegido, mediante programas y acciones diplomáticas.

Hay instrumentos del derecho internacional que obligan a los Estados a proteger a estas personas. El principal es la Convención de 1951 sobre el Estatuto de los Refugiados y su protocolo del 67. También existe la Declaración de Cartagena de 1984 que establece varios principios adicionales por los cuales las personas puedan ser reconocidas como refugiadas. En México no fue sino hasta 2014 que se armonizaron nuestras leyes con los tratados internacionales, por lo que se reconocen a las personas refugiadas por los siguientes motivos de acuerdo con el art. 13 de la Ley sobre Refugiados, Protección Complementaria y Asilo Político: persecución por motivos de raza, religión, nacionalidad, género pertenencia a determinado grupo social u opiniones políticas o que su vida sea amenazada por violencia generalizada, agresión extranjera, conflictos internos o violación masiva de los derechos humanos.

México es un país que por su posición geográfica recibe flujos constantes de personas refugiadas desde hace años, principalmente del Triángulo Norte (Honduras, Guatemala y el Salvador) además de Nicaragua y en los últimos años, Venezuela. Pero no son los únicos países, también llega gente de Ghana, Nigeria, Camerún, Sri Lanka. De acuerdo con el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos este año van a llegar a México 12,000 personas refugiadas. Los flujos en los últimos años han aumentado y el problema es que la Comisión Mexicana de Atención a los Refugiados, la institución facultada por el gobierno para identificar, reconocer y proteger a las personas refugiadas no ha recibido reformas ni mayor financiamiento sustancial, porque hay otras prioridades para el Estado. Esto resulta en que el proceso de reconocimiento de condición de refugiado esté reproduciendo violaciones a derechos humanos. La responsabilidad de este mal funcionamiento también recae en cualquiera de nosotros, nuestras omisiones y poco interés.

La ley es clara y cumple con los estándares internacionales, los flujos de personas están aumentando por los conflictos internos que existen en la región. Pero seguramente muchas y muchos de ustedes se preguntarán ¿Por qué yo debería de apoyar los derechos de unas personas que quien sabe de dónde vengan cuando a 5 minutos de mi casa veo pobreza, hambre y violencia? Es una pregunta completamente válida. Los problemas en nuestro país son estructurales y se alimentan a sí mismos. La pobreza, desigualdad, exclusión, corrupción e impunidad nos inundan con sus molestas noticias por las cuales ya ni ganas dan de sentir frustración. Si pensamos así somos parte del problema, al igual que las ineficientes instituciones mexicanas las cuales lejos de hacer justicia, se manejan mediante prácticas militarizadas que terminan violando los derechos humanos. En nuestro país las personas son víctimas de acoso callejero por su género y después son asesinadas. Son víctimas también de amenazas, censura o discriminación por hablar una lengua indígena y por su color de piel. Mexicanas y mexicanos son víctimas de persecución, tortura, desaparición forzada por su opinión política. Si levantas sospechas o simplemente fuiste testigo de un crimen,  podrías ser víctima de una ejecución. Son las mismas razones por las que las personas refugiadas llegan a nuestro país. La vida de cualquiera de esas personas podría ser la nuestra o la de nuestra familia. No hay ninguna distinción entre nosotros y ellos.

La lucha por los derechos de las personas refugiadas, más allá de tratarse de ayudar a quien lo necesite, significa reconocer a cualquier víctima de violencia y colaborar en la reconstrucción de su vida. Nos encontramos ante una oportunidad de mejorar la vida de personas extranjeras y es la misma oportunidad que tenemos de generar comunidades que no expulsen a ni una sola persona. Estas comunidades son incluyentes, democráticas, multi diversas, seguras, libres y transparentes. Luchar por las personas refugiadas es una acción global con impacto local, en nuestras colonias y municipios.

Garantizar los derechos de las personas refugiadas es un proceso formativo que nos hace conocer y desarrollar herramientas para exigirles a nuestros gobiernos que cumplan su parte, pero hace que nosotras y nosotros hagamos la mayor parte del trabajo. Solo mediante el fortalecimiento de la ciudadanía podremos cambiar la situación de nuestro país.

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