29 Oct
29Oct

Por: Ernesto Martínez

Soy estudiante de Relaciones Internacionales en la Universidad Westhill, soy crítico, me gusta el debate y pensar a futuro.

@ErnestoVEMR


El cuerpo humano es muy interesante, cuando enferma produce desde estornudos a vómitos o cualquier otro mecanismo para expulsar o erradicar el virus que nos está haciendo daño, así funciona con todas las especies, su cuerpo es sabio y cuando detecta una anomalía que le está haciendo daño, inmediatamente actúa. Existe una teoría dentro de la ecología, llamada GAIA que pone las funciones del cuerpo físico de cualquier especie al planeta Tierra, así, los ríos, mares y océanos son  venas que circulan el agua necesaria para que siga vivo el planeta –cual sangre. Los árboles realizan funciones de limpieza y purificación –cual pulmones. Esa perfecta sintonía entre los elementos de las junglas, los desiertos, los bosques, o cualquier ecosistema que guste usted colocar aquí, son un simil de los órganos que cumplen funciones, cada uno necesario para que el individuo viva.  Ahora, imaginemos que el ser humano es el virus, que se esparció en cosa de un abrir y cerrar de ojos hasta llegar a ser +7 billones de personas. Un virus que está consumiendo de sus órganos, de su sangre o de su sistema circulatorio,  que está aniquilando todo hábitat, y lo único que damos a cambio es destrucción y basura. Y como cualquier virus, te enferma, sin ninguna razón más que la  supervivencia del mismo, va comiendo todo hasta dejarlo inútil o muerto.

Con este punto mencionado, este artículo va enfocado a dos temas principales: Los desastres naturales y la cosmovisión que nos ha llevado a convertirnos en un virus. 

En los últimos años –Me refiero a por lo menos dos siglos–, han habido múltiples desastres naturales: Terremotos, tsunamis, huracanes, tormentas tropicales, etc. Si volvemos a la teoría Gaia, esto se puede deber a que en este lapso, con las revoluciones industriales y tecnológicas, el ser humano ha logrado producir mucho más que en toda la historia de la humanidad, pero para producir se necesitan recursos naturales, y con este incremento de producción, también se ha incrementado el daño al medio ambiente derivado de la extracción de los recursos. Tanto desastre natural, con efectos tan devastadores para la civilización, podría ser producto de la defensa natural del planeta, como anticuerpos, una reacción de  la Tierra para detener al virus. Sólo en Agosto hubo un Harvey, un Irma, un José, un Max, un Katia, y en septiembre México sufrió dos terremotos devastadores. Es necesario que empecemos a dejar de ver a la Tierra como una fuente de recursos y más como un organismo que habitamos, que somos parte de él y convivimos a nivel molecular junto a millones de especies en un mismo lugar. El humano no vive en la Tierra para que la explotemos, vivimos aquí para que la cuidemos.

Actualmente se piensa que el hombre es superior a todas las especies, que todas giran alrededor de él –cómo cuando se pensaba que el sol giraba alrededor del planeta– y que tenemos derecho producto de nuestra tan sobreestimada "Razón" de explotar, de destruir, de exterminar todo a nuestro paso para bien de nuestros co-relativos. Con eso justificamos la destrucción de un bosque entero para colocar un fraccionamiento. O de un lago para poner una ciudad. Justificamos destruir una jungla para poner un hotel cinco estrellas, o exterminar una especie para adornar nuestras oficinas o casas. A esto se le llama "Antropocentrismo". El creer que el humano es el centro del universo y tiene derecho de sentirse dueño de todo lo que está en el planeta.  El Antropocentrismo es la visión que se ha compartido a lo largo de la historia de la humanidad. Sin embargo, hay que recordar que estuvieron a punto de quemar a Galileo por decir que el sol no giraba alrededor de la Tierra, y hoy vemos lo acertado que estaba. No dejemos que pasen 400 años para entender que una cosmovisión, aunque sea la aceptada socialmente en ese momento, puede estar equivocada y hay que cambiarla. 

En 1855, el jefe Seattle envió una carta al presidente Franklin Pierce de Estados Unidos en respuesta a una petición que este le había hecho de comprar sus territorios; en su carta él menciona que no puede venderlo, pues el hombre blanco no entiende a la naturaleza, mientras que su tribu la alaba y le agradece por dejarlo vivir en ella, el hombre blanco la destruye. Mientras  los salvajes pieles rojas observan a las montañas como hermanas y a los mares como madre, a los árboles como primos y a los animales como cualquier otro miembro de su familia y lo respetan, y lo cuidan, y lo adoran, el civilizado hombre blanco es capaz de asesinar  a todos los búfalos de una región para poner una red ferroviaria. Como menciona la carta, para el hombre blanco "La tierra no es su hermana sino su enemiga, y cuando ya la conquistó, prosigue su camino..." mientras que  el ignorante y salvaje piel roja  afirma que "La tierra no pertenece al hombre; es el hombre el que pertenece a la tierra. Todas las cosas están relacionadas como la sangre que une una familia. Hay una unión en todo..."

  Esta postura se llama Biocentrismo. Poner al humano a la par de todas las especies y ver al planeta como un medio donde vives y convives y no como un campo de materiales para construir –O destruir– al gusto. Entender al humano como parte de un engranaje enorme donde todo cumple su función y todo es importante para que el mismo pueda funcionar. El biocentrismo, como su nombre lo indica, pone a la vida al centro, todo tipo de vida, no importa cuál, pues ninguna es superior y todas están relacionadas. Cosmovisión que es necesario que empecemos a adoptar, y si para salvar nuestro planeta tenemos que dejar de ser civilizados y educados, entonces, que así sea. 

A pesar de los múltiples acuerdos y tratados internacionales, las ONG's, fundaciones y grupos que luchan fervientemente por disminuir el daño que hace el humano sobre el planeta, aún no es suficiente, seguimos sufriendo los efectos del cambio climático, los desastres naturales –Que uso como amenaza tangible para incentivar a que protejamos más nuestro mundo–, o la extinción de las especies, entre muchas otras consecuencias tal vez imperceptibles, pero que están ahí, actuando y eliminando la enfermedad. Necesitamos empezar a cuidar el planeta. Individual y colectivamente. Dejar de pensar que cuidar el agua, reciclar basura o tratar de no generar tanta, evitar la pesca deportiva o alzar la voz cuando hay una tala de árboles indiscriminada,  por mencionar algunas, es misión de otros y no propia. Por que uno SÍ hace la diferencia. y cuando uno lo hace, se contagia como dominós cayendo. Sólo hay que esperar a que ese uno, seas tú, querido lector. Y puedas contagiarlo a las demás personas. El cuerpo humano tiende a regular su temperatura, a generar anticuerpos y químicos que atacan cualquier amenaza, tenemos que dejar de ser un virus si queremos sobrevivir en este enorme cuerpo llamado Tierra. El principal problema de que se acabe el mundo, es que es el único en el que podemos vivir. De nada servirá tener lujosos hoteles o preciosas residencias, relojes caros o bolsas de piel, cuándo el humano,  la única especie del planeta a la que le interesa eso, no estará ni siquiera vivo para poder usarlo.

 La carta termina con una frase muy interesante: 

"¿Qué ha pasado con el bosque espeso? Desapareció.

¿Qué ha pasado con el águila? Desapareció.

La vida ha terminado. ha comenzado la supervivencia".

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