Por: Santiago Loza
@santiloza22
Estudio Negocios Internacionales en la Universidad Anahuac. Comprometido con México y la sociedad para generar un impacto positivo.
Hoy se cumple una semana del terremoto que sacudió a nuestro país, nuestro corazón, nuestras vidas y familias. Una tragedia que me partió el corazón, pero al mismo tiempo, lo llenó de esperanza, lo llenó de fe, pero, sobre todo, lo llenó de amor.
A lo largo de estos días, así como millones de mexicanos, pude tener experiencias muy fuertes a partir del terremoto. Una impotencia de querer ayudar y no poder hacerlo como quisiera. Ver a los mexicanos sufriendo, en shock, sin saber qué estaba pasando realmente. Tanta gente que, a partir del 19 de septiembre, posiblemente no iban a tener casa, o les faltaría algún familiar; o algunos otros, que fueron a la escuela o trabajo y ya no regresaron a sus casas.
Personalmente pude liberar esa impotencia y transformarla en ayuda, recolectando víveres y llevándolos a los rescatistas, ayudando en centros de acopio, rezando con la gente o llevándoles un mensaje de fe y de esperanza. Pude llegar junto con unos grandes amigos, que hoy puedo llamar hermanos a los escombros de un edificio en Ámsterdam y estar un rato sacando cubetas de escombros, rocas o simplemente pasándoles una botella de agua o una torta a los rescatistas, miembros de la marina o topos. Una experiencia que definitivamente marcó mi corazón.
Es impactante ver como los mexicanos desde el 19 de septiembre a las 13:14 horas, nos volvimos uno. Todo mundo ayudando con lo mucho o poco que tiene, un espíritu de familia, solidaridad y ayuda, que solamente tiene México. Me llenó el corazón ver a niños jóvenes y adultos trabajando juntos por sacar adelante a México, ver cómo uno de mis amigos se cortó el tobillo sacando escombros y tuvo que ser suturado en la calle por médicos del ABC, que, como nosotros, estaban apoyando con lo que podían, sus conocimientos. Me impactó la valentía de Diego, las ganas de ayudar a pesar de la herida, una herida por la que recibió 3 puntadas y justo después de ser suturado, se voltea y me dice “Órale bro, ya está, vamos a seguir ayudando a sacar escombros.” Es increíble llegar a los centros de acopio o albergues a querer ayudar y que te reciban con un “Muchísimas gracias, aquí no necesitamos ayuda, tenemos demasiados víveres y manos ayudando.” Ver cómo realmente no se podía ayudar, porque toda la ayuda necesitada, ya había sido cubierta. Ver cómo la gente ofrece agua y comida a todos los que están ayudando o pasando por un momento difícil. Es increíble como cada tres minutos había alguien ofreciéndote agua o comida o simplemente viendo que estuvieras bien. Me ha marcado el corazón ver tanta ayuda, desde ofrecer un abrazo, hasta donaciones de millones de pesos.
Me llena ver a México unido, me llena ver que hoy, los mexicanos somos uno, que no haya razas ni diferencias, solamente hay hermanos, hoy, solamente hay mexicanos. Me queda claro que a todo lo negativo se le puede sacar el lado positivo, y hoy, los mexicanos lo hemos demostrado. Por primera vez en mi vida, dejó de haber inseguridad en las calles de México, por primera vez en mi vida, hubo amor en las calles de México. Es una realidad que, a raíz de todo esto, solamente hay amor, solidaridad, esperanza y fe en las calles de México. Ahora los superhéroes no llevan una capa o no son conocidos por su nombre, pero no cabe duda de que los superhéroes de hoy son todos mexicanos.
Me ha marcado de una manera muy especial, cómo con tan solo 30 segundos, nuestro país cambió completamente y hoy, el mundo entero habla de él. Deportistas, cantantes, celebridades a nivel mundial y líderes globales se solidarizan con los mexicanos haciendo donaciones o simplemente con mensajes o canciones de aliento. Los mexicanos que se encuentran en otro país tampoco se han quedado atrás. Es impresionante ver como a pesar de estar del otro lado del mundo, siempre vas a poder contar con la ayuda y apoyo de un mexicano.
Se hablaba de que nuestra generación (Millennials) era una generación floja, con la ley del mínimo esfuerzo a todo lo que da, en ocasiones se cuestionaba qué sería de nosotros en el futuro, pues no se veía una generación altruista o que se preocupara por hacer las cosas con excelencia, no se veía una generación que quisiera trascender. Pero a partir del 19 de septiembre del 2017 a las 13:14 horas, se ha despertado un gigante. Un gigante que ha logrado cambiar a México en cuestión de minutos, un gigante que acaba de salir a la luz y que se ha dado cuenta de todas sus capacidades. Hoy el mundo habla de México, no solo por la tragedia, sino por la manera en la que los mexicanos actuamos ante ella. Ayudando y poniendo en riesgo nuestra vida por lograr salvar la vida de alguien más. Hoy el mundo conoce realmente a México, hoy el mundo conoce realmente cómo somos los mexicanos.
Siempre he amado a mi país y siempre he estado orgulloso de ser mexicano, aunque muchas veces con tanta corrupción, delincuencia e inseguridad me dejaba qué desear. Sin embargo, hoy, el México que tenemos, es el México en el que quiero vivir el resto de mi vida, es el México que quiero para mis hijos, es el México con el que todos alguna vez soñamos, es el México que tanto anhelamos. El México que nos hace estar más orgullosos que nunca de ser mexicanos.
Hablando con un buen amigo, Bruno, regresando de haber ido a ayudar, me planteó un pensamiento que me hizo reflexionar. Bruno me comentó que la independencia de México debería de ser celebrada el 19 de septiembre. Yo no lo comprendía muy bien, pues ha sido un día en el que han sucedido grandes tragedias. Bruno lo reafirmaba y comenzó a argumentar. Hizo una gran reflexión donde me dijo que el 16 de septiembre fue un día en el que sí, un loco comenzó el movimiento armado de la independencia en contra de los españoles y fue seguido por el pueblo hasta lograr vencerlos. Sin embargo, el 19 de septiembre, ha sido cuando hemos demostrado ser México. Realmente el 19 de septiembre ha sido cuando le hemos enseñado al mundo, quién es México, quiénes somos los mexicanos y de qué estamos hechos. Hoy el mundo sabe de lo que es capaz un mexicano.
También le comenté que ya quería que acabara toda esta tragedia, y él me contestó que él no quiere eso en su totalidad. Quiere, desde luego, que se acabe el sufrimiento de los mexicanos, el sufrimiento de las víctimas por este terremoto y que se reconstruya la ciudad lo más pronto posible, sin embargo, no quiere que dejemos de estar unidos, no quiere que se termine el amor que hoy se respira en las calles de nuestro país, no quiere que se termine la unidad de los mexicanos, la solidaridad y las ganas de ayudar al prójimo que hemos mostrado tener. Y sí, así como Bruno, yo tampoco quiero que se termine eso, queremos que este México de amor, solidaridad y unión, viva para siempre.
A partir de hoy, deberíamos de saludar a todas las personas que nos encontremos en la calle, o al menos regalarles una sonrisa, porque la persona que tengamos a lado no dudaría en sacarnos de los escombros y salvar nuestras vidas.
Por esas y muchas más razones, soy orgullosamente mexicano, soy orgullosamente hecho en México. Por eso y más, ¡Viva México!