25 Jun
25Jun

Por petición de la autora, esta carta está publicada de manera anónima. Cualquier comentario se le hará llegar a través de esta página. 



A ti que lo inspiraste y nunca lo leerás:

Me cambiaste, me rompiste, me apagaste. Me hiciste parte de ese gran grupo de victimas en México, que por el simple hecho de identificarse con el género femenino, fue víctima de una agresión, en mi caso sexual. Te lo digo en serio, hablemos de números: según los resultados de un estudio de Gabinete y Comunicación Estratégica, dos de cada tres mujeres en México han sufrido violencia de género. En la encuesta del INEGI en el marco del Día Naranja en octubre del año pasado, más del 30% de las mujeres en México han sufrido violencia sexual por parte de agresores distintos a su pareja y en mujeres de 10 a 25 años, en 2015 el feminicidio fue la principal causa de muerte. En total, 63 de cada 100 mujeres han experimentado al menos un acto de violencia de cualquier tipo. 

Me hiciste parte de la historia, hoy soy un número en silencio, mi registro no existe. La realidad  de víctimas que no alzan la voz es aún mayor. Lo sé, aun así los datos son alarmantes, pero aunque lo intentan no logran dimensionar la situación. Por ello, es imposible saber con certeza el número real de víctimas que hay en nuestro país. Se lee en los periódicos, se escucha en las noticias y se platica en la mesa, pero para muchos es una realidad bastante lejana. Eso es algo que aprendí, hay mucha gente como tú y puede suceder aunque nunca crees que te va a pasar a ti. 

Por eso te escribo así, sin un nombre, porque es una carta que escribo para ti, pero es en nombre de todas. Para ti, el novio que no escucho cuando le dije que no. Para ti, el chavo que conocí una noche y te aprovechaste de mi estado de ebriedad o me pusiste algo en el vaso que pagaste con el dinero de tu papá. Para ti, que me diste clases en la universidad, abusaste de tu autoridad y en el colegio nadie dijo nada. Para ti, que me gritas en la calle,  me acosas en el metro y  me quitas las ganas de usar falda aunque haga calor. Para ti, que decías ser miembro de mi familia y me amenazaste si le decía algo a mis papás. Para ti que me quitaste la vida, me desapareciste y le dejaste a mi familia una duda que siempre los perseguirá. Para ti, que me acorralaste en la calle y me marcaste para siempre sin saber tu nombre. Para ti,  que recibiste una foto mía y se la mandaste a tus amigos. Para ti, que llevo años de conocerte y no hay un solo día que no me humilles al hablar pero tengo miedo de irme de la casa. Para ti, que apenas y te conocía y me llevaste lejos, un lugar donde después no tuviera a donde huir. Y para ti también, que estuviste ahí pero no hiciste ni dijiste nada. Esto lo escribo yo, pero somos muchas. Se lo haces a una y nos lo haces a todas, no importa si rompí el silencio o no. 

Y creo que debes leerlo, así con todas sus letras. Eres un violador, un acosador, un abusador, un prófugo. Eres una mala persona, un ser oscuro, un rompe almas. Me has marcado para siempre con algo que no pedí, que no me merezco y de lo que, por más que cueste trabajo comprender, no tuve la culpa. Eres el que mucha gente quiere desaparecer, pero ni siquiera el mínimo esfuerzo mereces porque ya te llevaste suficiente. 

Se han hecho varios esfuerzos para acabar con la situación, para que ya no haya gente como tú, pero ninguno que verdaderamente me devuelva la seguridad para estar tranquila. No quiero un gobierno que me regale silbatos para evidenciar un acoso mientras siga habiendo jueces que no castiguen estas acciones porque la víctima “lo disfrutó”. No necesito spots gubernamentales de educación sexual para la mujer, si se sigue identificando como una responsabilidad que solo me corresponde a mí. De nada sirve tampoco que me inviten a denunciarte sí lo primero que me piden son los calzones que llevaba puestos cuando abusaste de mí, si en ocasiones me trataran como si la agresora fuera yo, y sí es un sistema tan corrupto donde vale más tu dinero que mi sentir.   

Pero  la verdad esto no solo depende de ti y el gobierno, depende también de la sociedad. Ellos, que dicen que es mi culpa por estar ahí, que porque subo esas fotos y uso shorts. Ellos que me señalan si me maquillo, si salgo sola de noche y si me gusta tomar. Ellos que me dijeron que era mi culpa por estar en una situación de riesgo, que me dijeron que exageraba porque ya me siento bien, que se atrevieron a pronunciar “tuviste suerte, te pudo haber ido peor”. Ellos, que se atreven a decir que lo que les cuento es una mentira, que no fue eso lo que viví. Y también ellos, los que no lo saben, pero no me dan la confianza para contarlo porque al final sé que no me van a apoyar. 

No solo quiero que no haya gente como tú, quiero que ya no haya gente como ninguno de ellos. Porque no es fácil, es horrible. Al día siguiente despiertas y te das cuenta de que no sientes absolutamente nada. No estas triste, no estas enojada, no estas asustada, simplemente te quitaron el sentir. Lo único que hay en tu cabeza es esa escena que da vueltas una y otra vez, los sonidos, los olores, cierras los ojos y siguen ahí. Es un día nublado constante en el que ya ni siquiera esperas que salga el sol. Este es el momento en el que ese grupo de víctimas se divide en dos, las que callamos y las que hablamos. 

Finalizo, y ahora sí solo va de mi para ti: no te voy a mentir, aún tengo miedo de encontrarte algún día o que se enteren algunas personas en mi vida de lo que pasó. Si voy a lugares cercanos de donde todo sucedió, me tiemblan las piernas y me sudan las manos. Te busco en las multitudes con el miedo de encontrarte y una vez más no poder escapar. Porque lo hiciste y te lo digo una vez más, me cambiaste. Pero no me cambiaste como querías, salió diferente a lo que esperabas. Me rompiste, pero para armarme nuevamente con más fuerza y hablar por todas. Hoy ya no apoyo la causa, hoy y para siempre voy a serla, pero solamente para luchar  y que cada vez menos tengan que conocerte. 

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